Tuesday, December 12, 2006

LA BOCANADA ANTES DEL GRITO.



Santiago de noche. La ciudad como un pulmón sosteniendo la bocanada antes del grito. Son las cuatro y media de la madrugada y hace cerca de media hora viajaba amenazado de muerte en un bus pirata que tomé desde la Alameda. Es viernes y el centro de Santiago está movido. Ahora estoy en la periferia y por suerte los tipos alcoholizados o ensangrentados quedaron atrás como un recuerdo extraño.
Camino por un lugar indefinido de Maipú, una villa como tantas otras erigidas en serie, impersonales y silenciosas. Imagino la cantidad de cuerpos en posición horizontal que se encuentran distribuidos a mí alrededor, como si de un gran cementerio se tratase, y se me viene a la mente la noche tranquila que pasé hace algún tiempo con unos amigos dentro del cementerio de Playa Ancha en Valparaíso. Nada más parecido.
La calle está vacía y solo se une a mí un perro blanco. Cruzo avenidas con nombres de poetas y por más que trato de retener el orden no lo consigo. Al llegar a la calle Roque Dalton diviso un grupo de tres figuras que caminan resueltamente hacia mí mientras noto que el perro blanco inexplicablemente desaparece. Las figuras se materializan en la forma de tres amigos que no veía hace por lo menos tres años y no logro explicarme que es lo que hacen aquí, a las cuatro de la mañana, en un entramado de calles que jamás tuvieron nada que ver con su itinerario natural. Cruzamos palabras y ellos me explican que en tres años pasan muchas cosas, yo les pregunto a modo de broma si es que están muertos, si es que me vienen a buscar; no responden pero comienzan a caminar en mi dirección mientras les digo que debo llegar a Cerrillos y que desde donde estamos calculo unos dos kilómetros. Ellos me ofrecen compañía silenciosa y yo acepto asustado.
Una hora después, sin entender muy bien cómo, llegamos a mi casa en Cerrillos, ellos se despiden y me dejan en la puerta, pero justo un momento antes de emprender la retirada y mientras yo esbozo un gracias, el más alto, P, se gira y me golpea en la boca del estómago, y me sostiene delicadamente mientras me desplomo en la puerta de mi hogar, preocupándose hasta el último momento de que no me golpee la cabeza; luego la imagen se va a negro.
Es de mañana, nadie de mi familia puede explicarme cómo entré, pero amanecí en mi cama, completamente desvestido y cubierto hasta la cabeza solo por una sabana. Me siento muerto, me siento con menos ánimo y recuerdo un par de cuentos de vampiros, y finalmente decido dormir todo el día, soñar con Santiago, de noche entre brumas, soñar su periferia, cuidada por esas tres figuras, esos tres amigos fríos, esos tres amigos muertos.

No comments: