Tuesday, December 12, 2006

LOS TRES CHANCHITOS.


Desde el interior de la casa de ladrillo, desde el sofá compartido de mala gana con sus dos hermanos chanchitos, él, el chanchito mayor, el orgullo de mami, piensa que quizás no debió haber invertido tanto tiempo en construir un hogar sólido que nada ni nadie –ni siquiera el lobo feroz que está afuera soplando y soplando- pueda destruir. Desde el sillón donde con sus dos hermanos disfruta del embobamiento de la televisión y la ilusión de seguridad, él, el más responsable de los tres chanchitos, cree que sería mejor estar en ese mismo momento a la intemperie, perseguido, asustado y mojado por la lluvia que ha comenzado a caer, la que puede sentir apenas por el golpetear de las gotas en su sólido techo, por el chisporrotear de las mismas en el fuego de la chimenea, y por el chapotear de las pisadas del lobo que ha dejado de soplar y ahora intenta desesperadamente echar la puerta abajo a efecto de golpes y patadas. Desde el sillón donde se encuentra, y mientras ajusta su bata, el mayor de los chanchitos reza, sueña e implora que alguna de las conexiones eléctricas haya quedado defectuosa, que eso provoque un cortocircuito, y por consiguiente un fabuloso incendio; así sus ignorantes y conformistas hermanitos sabrían algo acerca de la vida y sus leyes naturales; así él y sus hermanitos estarían obligados a enfrentarse a los elementos y a un lobo que bueno, mojado y famélico, aún debería ser feroz; así, la comodidad no sería el sedante que los tiene tirados en ese sillón incapaces de ir a buscar más bebidas o Doritos , y lo interesante estaría ocurriéndole a ellos, no a unos personajes dentro de la televisión. De ser como imagina, serían por fin los tres chanchos a secas, maduros y todo. Pero él sabe, él está perfectamente consciente de que no es posible; de que sus instalaciones eléctricas están en perfecto estado; de que si algo ocurriera el interruptor automático saltaría de inmediato, y de que la amenaza del lobo solo durará hasta que llegue la empresa de seguridad ciudadana que acaba de llamar.Desde el sillón junto a la chimenea, en compañía de sus dos hermanos, el mayor de los chanchitos se acomoda, hunde su cabeza en la bata y se propone disfrutar de la seguridad, del confort y de la inconsciencia que solo un horrible programa de TV puede dar.

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