Tuesday, December 12, 2006

RELATO MELOSO.


A él, a F, lo conocí porque no había otra opción. El tontito me vió y quedó pasmado, me saludó con su habitual cara de nada pero se le notaba el nerviosismo en sus ojos, o mejor dicho en su gesto. Creo que tiene que ver con un problema sanguíneo, lo ví en un canal del cable, la cosa es que siempre que está nervioso se le ponen las mejillas rojas.
En esa época yo estaba pololeando con un chico que había llegado un mes antes y era amigo de uno de mis compañeros más antiguos. Aunque F no me gustó desde el inicio -en verdad nunca me gustó del todo- este chico con el que andaba se puso super celoso y yo creo que eso provocó que me gustara o que llegáramos a pololear, no con el chico sino con F.
Él, F, fue mi primer verdadero amor, leíamos juntos "Confesiones de una pulga", ese libro picarón en que una pulga cuenta cómo una chica de unos dieciséis o diecisiete años tiraba con un chico, luego con un fraile y después... no me acuerdo con cuantos más. Terminábamos super calientes pero él nunca me puso una mano encima hasta que yo lo dejé, aunque cuando leíamos yo igual quería pero como que no se daban las cosas porque no éramos nada. Pero después fuimos. Un rato. Lo que pasa es que pasamos todo un año juntos, y como que yo dependía de él. En esa época era muy tonta. Virgen y tonta.
Con él solucioné la primera condición, y la segunda se solucionó leyendo a keruack –cortesía de mi padre- y algunos otros; aunque pensándolo, las burlas constantes de F pueden haber tenido más influencia sobre mí que mis lecturas iniciaticas, no sé. Ahora tengo un auto, en ese tiempo no me atrevía a salir sola a la calle. ¿Eso influye no?
Como sea, yo como que necesitaba un poco de él y a él se le notaba que necesitaba de mí siempre, pero éramos orgullosos. Nunca nos llamamos por teléfono, y si lo hacíamos era por muy poco tiempo y solo preguntaba o le contaba lo justo y necesario. Yo creo que lo que nos mantuvo tanto tiempo juntos (no como pareja porque eso duró lo que tuvo que durar y aunque siempre fuimos como una pareja de pololos solo tuvimos sexo en contadas ocasiones), era que discutíamos por todo, todo el día, y llegábamos a muy pocos puntos en común, aunque no porque no los tuviéramos, sino porque... no sé, como te dije, él era un poco tierno y tonto, pero más tonto, y yo era tonta en esa época; todos se reían de mi y yo tenía problemas en la casa y me cargaba todo menos él.
Ahora no lo he visto, pero lo que nos separó fue que no teníamos como juntarnos, yo era rara y no salía a la calle. Una vez nos juntamos en el mall, pero a parte de eso nunca asistí a ninguna de nuestras citas porque no me sentía segura. Igual siempre nos vimos en el colegio, pero cuando llegaron las vacaciones hablábamos como una hora diaria por teléfono y no nos juntábamos nunca hasta que no me acuerdo quién de los dos se aburrió. Cuando volvimos a clases yo no le hablé porque él tampoco me hablaba a mí.
El Carlos, un compañero, se reía siempre y cantaba canciones cuando estabamos juntos, de esas como "Mí loco amor de verano" o "Golpes bajos..." de un cantante ... Paolo no se qué. Al final todos le preguntaban a él, al tontito, que si seguíamos y a mí también. Yo respondía que dependía de él, pero una vez, cuando salía del casino, creo que el segundo o tercer día, una profesora que a él le gustaba, y yo creo que él también le gustaba a ella, le estaba preguntando muy de cerca qué era lo que pasaba entre los dos y, como estaba de espaldas a mí, él le dijo que sencillamente ya no había nada entre ambos. La profesora desvió la mirada hacía donde yo estaba y se rió antes de irse. Al recreo siguiente hablamos y yo le dije que ya nada, ya nada. Entonces seguimos como amigos y contra todo mí orgullo le rogué que me dejara sentar a su lado de nuevo, él accedió y la relación continuó durante mucho tiempo pero no fuimos nunca más pololos declarados. A pesar que tirábamos de vez en cuando jamás fue lo mismo.
Cuando ya estabamos en cuarto medio, al colegio llegó otro tipo que me gustaba pero solo podíamos conversar; teníamos algunos acercamientos pero nunca estuvimos solos porque era de tercero y su sala nunca estaba sin alumnos. La de nosotros era más tranquila. El curso salía cuando tocaban para el recreo y yo con el tontito nos quedábamos encerrados haciendo cosas: me chupaba las pechugas, yo le metía la mano debajo del pantalón y eso.
Todo terminó un día que estábamos todos juntos –todo el curso- en una tocata del grupo de P el amigo de mi primer pololo, ese que conté al principio. El tontito también estaba ahí. Era una gran fiesta en un galpón que el papá de uno de los niños facilitó. Tocaron todos y F no me despegó la mirada en toda la noche; yo lo sabía y me hacía de rogar. Intentó acercarse en varias ocasiones pero me hacía la desinteresada y dos o tres veces lo dejé hablando solo. Al final, cuando ya quedaba menos gente, y los que aun se mantenían en el galpón estaban en los rincones, alcoholizados, yo seduje al baterista del grupo y comenzamos a besarnos delante de él, de F. Entre un beso y otro él desapareció. Yo por dentro sabía que estaba rompiendo un trato importante pero decidí no pensar en ello y disfrutar del momento: carpe diem, como decía el profe de castellano, carpe diem.
Cuando salí del rincón donde estaba con el baterista me puse a buscarlo y no lo ví hasta después de un rato en que volvió con los ojos rojos: había llorado, estoy segura. P estaba nervioso, a él siempre le interesó que el curso estuviera junto; era algo así como el líder y el mejor amigo mío y de él, por lo que su posición era difícil: el baterista con el que yo estaba también era su amigo de años y estaba super entusiasmado conmigo así que P no podía decirle nada.
Él – F, no el baterista- y P conversaron largo rato en un rincón y el resto de mis compañeros apenas me hablaba, pero, como dije antes, eso no me importaba mucho; la cosa es que tuvimos que irnos juntos y F me trataba de contestar las preguntas que yo le hacía respecto a naderías de la forma más digna posible, pero era inevitable que a veces se le quebrara la voz. En ese momento, ese día en especial, yo tenía el control de la situación y me sentía bien.
Cuando llegamos a la casa de P este distribuyó las piezas, pero cuando llegó a nuestro triángulo, nuestro estúpido triángulo de las bermudas, él dijo que no se haría cargo, que nos las arregláramos nosotros y se fue a acostar junto a su polola E. Yo tomé entonces la pieza de los padres de P y me acosté sola, y me tapé la cabeza con una almohada y me hice la dormida. Tras un rato en que F junto al baterista, el roudy de la banda y algunos amigos, se esforzaron por mantener una conversación civilizada que obviara todas las humillaciones de la noche (y que yo podía escuchar con detalle desde la pieza) sentí un bulto a mi lado y no supe quién de los dos era –el baterista o él- hasta que lo llamaron por su nombre del comedor: era F. Después apareció el baterista y nos revolcamos sin apenas intercambiar palabras. Estuvo bueno, pero en ningún momento pude dejar de pensar en F, y por más que trataba de concentrarme en el momento, vivir el instante, no podía dejar de pensar en qué pasaría el lunes cuando regresáramos a clases, cuando lo viera y tuviera que sentarme en el mismo puesto con él, y todos mis compañeros, los quince compañeros y compañeras que teníamos, hablaran en voz baja de lo que estaba pasando entre los dos.
Él se durmió en el sillón, y los amigos del baterista (que de seguro estaban super calientes, porque podía escucharlos espiar tras la puerta e intercambiar comentarios de por qué su amigo era el único que gemía y a mi no se me escuchaba ni la respiración), molestaron a F toda la noche. Le tiraron un gato, le prendían la tele o le quitaban la frazada, y yo, que soportaba entre mis piernas el miembro del baterista, que dicho sea de paso no era nada de lo que prometía, no podía dejar de sentir deseos de levantarme y decirles que dejaran de molestarlo, que si querían verme tirar que entraran a la pieza y miraran, pero que a él lo dejaran tranquilo, que lo dejaran soportar lo que le estaba haciendo -esta humillación- en paz.
Cuando volvimos a clases no me habló más. Al principio lo dejé pasar e incluso me hice la ofendida pero no resultó. Le pedí a mis compañeras que lo interrogarán pero él no decía nada. La verdad es que ni siquiera parecía desesperado como ocurrió con mi primer pololo cuando lo cambié por él. Hector, así se llamaba mi primer pololo, terminó con una depresión que le dio un dolor de cabeza a todo el colegio menos a F, a quien siempre pareció no importarle que lo odiara, ni tampoco tenía problemas en conversar largas horas después del colegio con él. En verdad no sé ni por qué hablaban pues era seguro que ninguno se sentía cómodo con el otro ¿Quién podría sentirse cómodo con un tipo que literalmente se corta las venas enfrente tuyo? Bueno, cuando Héctor se comenzó a rajar los brazos con un corta cartón delante de F, este ni siquiera se dignó a alcanzarle un trozo de papel, un paño, o una polera para evitar la hemorragia; simplemente se fue.
Pero, como decía, no me habló más. Entonces me di cuenta lo frágiles que son los corazones de los hombres, lo sencillo que resulta ilusionarlos, y lo placentero de comerlos vivos una vez que se ha enterrado el anzuelo.
La última vez que lo ví, o la vez que me hubiera gustado que fuese la última, fue para la fiesta de graduación. Estaban todos y asistió su madre, a quien yo no conocía, junto a su pareja de ese tiempo. Al padre de él yo ya lo había visto antes porque le gustaba a mi mamá, y F también me había dicho que a su papá le gustaba mi mamá, pero que él lo persuadía porque "la había visto primero" y que, "como su hijo, tenía derecho a probar a fondo a la que seria su madre"; era chistoso, porque cuando me decía "a fondo" ponía un tono que me hacía pensar inmediatamente en una penetración. Nunca supe si lo decía enserio o solo para hacerme enojar, pero si era por esto último, el tontito lo conseguía. Como fuera, la cosa es que asistió todo el mundo y yo asistí con un nuevo pololo que decidí tomar para no estar tan sola y naturalmente no verme abatida. Él llegó en la camioneta de su padre con una chica que jamás había visto y que jamás mencionó, ni a mí durante el año y medio que fuimos amigos, ni a ninguno de nuestros compañeros durante los tres meses que no nos hablamos. Saludó a los que tenía que saludar, saludo a su madre y su pareja efusivamente, con mucho cariño la verdad, y al resto de forma más distante. Cuando llegó hasta donde estaba yo solo movió la cabeza en señal de "que tal" y siguió.
En la fiesta lo observé toda la noche e incluso traté de conversar con él dentro del grupo de curso, pero la distancia que existía entre ambos era mucha. Se sentó junto a su madre y ahí si que conversaron mucho, y después de un rato se fue con su nueva pareja a las canchas del club que el colegio había arrendado. Traté de hablar con él a solas pero no se despegó en toda la noche de la chica que le acompañaba. Yo tenía rabia. Algunos minutos después llegó V a decirme que él junto a la putita que hacia de su acompañante entraron juntos al baño. Ahí si que me dio toda la ira y, como no sabía cómo desquitarme, me puse a bailar. Bailé toda la noche, me reí de todo y baile con todos. Me comporté como una prostituta y si alguno de los profes con los que baile no se hubiera controlado y me hubiera seguido el juego -pues mi forma de bailar de seguro provocó más de un miembro erecto- yo hubiese seguido hasta el final, montándome encima de cualquiera que se hubiera ofrecido, e incluso desnudándome gratuitamente. No ocurrió. Entonces me fui a la mesa del papá de él y le pregunté si sabía lo que estaba haciendo su hijo con la putita en ese mismo momento en el baño, pero cuando pronuncie la palabra "putita" su expresión, que hasta ese momento había sido cordial, se transformó en un gesto distante, y sin articular respuesta le dijo algo al oído a su pareja con lo que dijeron permiso y se levantaron a bailar.
La rabia aumentó, por lo que me dirigí a la mesa de la madre de F, pero justo en ese momento, entre un grupo grande de personas, entra la muy zorrita con él de la mano y rojitos por el polvo que recién se pegaron; entonces cambié el rumbo hacia ella y traté de decirle unas cuantas cosas a la cara, pero el alcohol que influyó en mis palabras y la bulla de la música, la hicieron creer que lo que hacía era felicitarla por el vestido. Un fiasco la verdad. El resto de la noche me quedé en la barra y de ahí mis padres me llevaron no sé cómo a casa.
Desde entonces no lo he visto más, o al menos es eso lo que puedo decir. Sí, no lo he visto más, nunca más. Y si llego a saber algo de él, bueno, le diré que se vaya a revolcar con la putita de ese día, a ver si ella leyó a keruack, a ver si ella se lo hace como yo se lo hacía, a ver si le aguanta todo lo que yo le aguanté.
Sinceramente espero que si se fue a Valparaíso, como era su intención, el bus haya chocado, o le haya caído un avión, o un enorme rayo, para que termine siendo lo que siempre tuvo que ser: una enorme, tonta y tierna mancha en el pavimento de un camino a ninguna parte, a ningún Valparaíso, a ninguna universidad, a ninguna nada. Sí, eso, a nada.

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